Un usuario en un centro comercial

20.09.2020

Reseña: De los lugares a los no lugares

La contemporaneidad ha sido nombrada por varios filósofos como sobremodernidad (surmodernité en francés) o hipermodernidad[1]. Es caracterizada como el tiempo del desarrollo urbano desbocado: Los valores modernos se amplían excesivamente y se potencian hasta llevarnos a un punto de consumo e individualismo nunca antes visto. Las vidas se aceleran y perder el tiempo se hace inconcebible, temporalmente el pasado se esfuma y el futuro es más incierto que nunca. La vida mantiene un estado de transitoriedad permanente. Inmerso en este panorama, el antropólogo francés Marc Augé explora la relación supermoderna con el espacio en su texto Los "no lugares" espacios de anonimato escrito en 1992. Su tesis principal es que la sobremodernidad es una productora de no lugares.

El capítulo "De los lugares a los no lugares" empieza con un panorama literario de la percepción del lugar en la modernidad. Señala que en este periodo histórico el lenguaje común define y teje el territorio. El lugar entonces se entienda como un espacio de identidad compartida, relacional e histórica que puede ser habitado, practicado y activado por seres que lo cargan de significados lingüísticos, históricos, etc.

Para entenderlo más claramente conviene relacionarlo con la concepción de paisaje y paisaje de tareas. El lugar/paisaje es el conjunto de elementos que coexisten sin ser habitados, como el parque "vacío" o el bosque sin personas. Cabe aclarar que el lugar no es mudo: un libro (aún archivado en un estante) está por sí mismo cargado de toda una serie de significados, historias y códigos que le son propios. El espacio/paisaje de taras se hace en el momento en que alguien toma el libro e inicia su lectura, con todo lo que ello implica: su contexto, su compañía, los sonidos a su alrededor, los sonidos que emite, etc.

Sin embargo, lo que se demuestra es que esta noción de espacio ha sido cambiada en la sobremodenidad. Los no lugares tienen otro tipo de características semióticas, temporales, simbólicos y prácticos. Para verlo claramente podemos imaginar un caminante al interior de un centro comercial.

Entre espacios intangibles y sin profundidad simbólica (como espacios publicitarios, de ocio y espacios verdes) se topará con una pantalla donde se proyecta un anuncio publicitario diferente cada 30 segundos.

Uno de ellos llama particularmente su atención: una gabardina gris con el mejor estilo francés. Al verlo, se siente identificado, es como si ese "regalo perfecto de San Valentin" hubiera sido pensado única y exclusivamente para él. Y sí, ha sido diseñado especialmente para él y para los otros cientos de individuos caminantes de centro comercial. El lenguaje del no lugar está diseñado para cada uno de quienes lo recorren y a la vez para ninguno en especifico.

Nuestro caminante sigue con su labor de flaneûr, anda por allí viendo cada una de las vitrinas. No le importa quienes estén a su alrededor ni ellos se preocupan por él. Tampoco se preocupa por la historia del espacio (y es natural porque no hay nada en el centro comercial que conduzca a siquiera plantearse la pregunta). Él va allí por placer no para matarse la cabeza pensando en la fecha de construcción, el dueño del predio o los almacenes que habría allí en 20 años. Claramente el no lugar carece de valores antropológicos e históricos, no tiene raíces ni pasado, tampoco futuro ni permanencia: su esencia es un continuo errar hacia lo efímero.

Poco le importaría al viajero si mañana el centro comercial desapareciera, pues no siente ningún arraigo hacia él: Un no lugar no le pertenece a nadie. El sentimiento es recíproco pues el usuario será olvidado el día en que decida dejar de recorrer el no lugar o incluso desde el momento mismo en que pone sus pies fuera del espacio.

Es evidente que la institución poco se preocupa por su usuario. Quizá el único momento en que le pueda interesar su nombre y número de documento sea al pasar la tarjeta en la caja registradora o en el momento en que es detenido por un guarda de seguridad en caso de una infracción. La relación del no lugar con la identidad del usuario exclusivamente contractual.

En conclusión, el no lugar es un espacio para individuos vaceados de identidad, elementos efímeros y caminatas pasajeros. Es un lugar de paso donde la historia, las preocupaciones y los símbolos del espacio y sus usuarios pierden importancia profunda. 


[1] Véase: Gilles Lopovetsky, Los tiempos hipermodernos (Paris: Editorial Anagrama, 2004).

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